Desde los primeros tiempos, la sociedad mendocina fue una sociedad fuertemente jerarquizada. Como bien señala María del Rosario Prieto, la diferenciación socioeconómica confundía criterios y parámetros raciales y culturales; de ese modo, se asimilaba lo español con lo blanco y noble y los grupos mezclados con lo plebeyo.
En la cúpula de la pirámide social se encontraba la elite, los funcionarios y vecinos que concentraban el poder político y económico en Mendoza. Por debajo, los sectores populares compuestos por una amplia variedad de grupos donde estaban los españoles y criollos empobrecidos, mestizos, indios encomendados, mulatos y esclavos, estos últimos constituían el estrato más bajo de todo el entramado social.
Al crearse el Virreinato del Río de la Plata en el siglo XVIII, la sociedad cuyana mantuvo estamentos y jerarquías. Como señala José Luis Masini, el color de la piel era un factor determinante en la sociedad colonial: mientras una persona era más oscura, más se la despreciaba. Por su lado, María Sáenz Quesada agrega que la autoridad española reconocía el papel social diferenciado del clero, la milicia, el comercio, los artesanos, los hacendados y los gremios de oficios, valoraba la cuna legítima y el color claro de la piel; pero en los hechos, tales atributos se combinaban con el dinero, los bienes y las influencias para determinar cuál era el lugar de cada uno en la sociedad.
