Como apunta Beatriz Bragoni, la Corona española encontró en la familia el instrumento valioso para asentar su dominio en los territorios americanos.
En este continente se impusieron los modelos de matrimonio y familia cristianos vigentes en Europa aunque coexistieron otros modelos de organización, asegura José Luis Moreno. De allí que hhijos bastardos y amistades ilícitas no parecen haber sido siempre excepciones escandalosas sino modos de constitución de arreglos familiares.
El Concilio de Trento había dispuesto que la Iglesia llevara un registro de los nacimientos y defunciones y matrimonios. El acto matrimonial era un acto público en el que los contrayentes debían identificarse con sus actas de bautismo, las ceremonias privadas o secretas, en cambio, no fueron consideradas válidas.
La institución matrimonial se extendía a todos los estamentos que componían la compleja sociedad colonial. Sin embargo, más allá de las particularidades de cada uno de los sectores, las relaciones entre varones y mujeres estaban celosamente pautadas y vigiladas y, en el caso de las mujeres, éstas debían someterse a la autoridad masculina, ya fuera de su padre o su marido. Se consideraba, por entonces, la sumisión y obediencia femeninas como virtudes destacadas y deseables en toda mujer.
El matrimonio aseguraba la procreación, pero también entraban en juego en esta institución intereses políticos y económicos. Muchas veces, los contrayentes postergaban sus gustos y preferencias en aras de un mejor posicionamiento o crecimiento económico.