Los Corregimientos fueron una institución tradicional con origen en Castilla, España, que se trasladó a Hispanoamérica en la primera mitad del siglo XVI. Los corregidores surgieron como representantes de la corona para ejercer el gobierno y la justicia en las ciudades castellanas, mediante el cual pretendían contrarrestar las aspiraciones localistas de los núcleos urbanos.
Los corregidores que actuaban en distritos poblados por españoles eran gobernantes de comarcas que casi siempre formaban parte de un virreinato o de una provincia mayor, es decir, que dependían del presidente de la Audiencia.
El título completo del oficio era el de Corregidor y Justicia Mayor, Lugarteniente de Capitán General o Capitán a Guerra. En la jerarquía del sistema indiano, ocupaban un lugar inferior al de los Gobernadores debido solamente a la menor extensión e importancia de las comarcas que presidían, no en cuanto al ejercicio de sus funciones o competencias.
El Corregimiento de Cuyo estaba a cargo de un pueblo de españoles, integrado a la Gobernación de Chile y al Virreinato del Perú, por lo que los corregidores estaban sometidos a la autoridad inmediata superior proveniente de Chile a partir del año 1574; en ocasiones, dicha autoridad también era quien los designaba. Este ordenamiento se mantuvo hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776.
Dentro de la misma jurisdicción del corregimiento existían también los tenientes de corregidores o tenientes de Gobernadores, que constituían una jerarquía administrativa inferior y ejercían funciones de apoyo a los corregidores o Gobernadores, con las atribuciones que los titulares les asignaban. Ellos estaban al frente de las ciudades subalternas de las provincias y, a su vez, eran designados por los mismos corregidores o Gobernadores.