Esta conquista, se vio dividida entre dos extremos, el de ganar almas y la sed de riquezas para la corona. A medida que avanzaba la colonización fue imperioso el tratamiento de diversos temas, y uno de ellos sería el tratamiento de los indios.
A partir de los principios de la fe, las leyes reguladoras de la condición jurídica, social y económica de los indígenas tomaron dos posiciones doctrinalmente extremas. Esto provocó, una verdadera guerra ideológica sobre la naturaleza de los nativos. Los debates se desarrollaron en Valladolid durante los años de 1550 y 1551, cuando Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de Las Casas pugnaron acerbamente sobre la teoría aristotélica (Sosa, E., 2010).
Así en el caso español, la Corona concentró todo el control sobre el personal y las rentas de la Iglesia, en aquella gran empresa evangelizadora que el mundo jamás había conocido hasta entonces. De allí la importancia del papel de la evangelización que desempeñará la corona española como guardiana de la Iglesia en América. En esta época la actividad misionera fue un fenómeno exclusivamente católico. Estas misiones se iniciaron cuando la Iglesia española se hallaba en la cima de la reforma humanista. Pese a todo, el humanismo de los religiosos españoles no alcanzó, y la mayoría de estos fueron muy hostiles a las religiones nativas. Así se comenzó con la destrucción de cualquier rastro de culto, a partir de la sustitución por una nueva cultura basada en pautas e imaginería del catolicismo, y un ritual elaborado con abundancia de procesiones, festividades y dramas religiosos. Todo rastro de deidades paganas fue sistemáticamente destruido, y sobre las ruinas de algunos de los principales templos se levantaron Iglesias cristianas (Sosa, E., 2010).
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Hemos podido establecer: que la ocupación española en América, estuvo sustentada por una estructura religiosa, siendo esta, un elemento esencial y decisivo en la conquista. La conversión al cristianismo se reflejó a partir de la utilización de varios mecanismos especiales, como por ejemplo el uso del espacio, donde la arquitectura europea provocó una ruptura física, a través de la utilización de un nuevo sistema constructivo como fueron los templos o las Iglesias. Estos elementos fueron claves y decisivos en el uso del espacio urbano americano, como así en la construcción de nuevos espacios imaginarios.
La imagen-espectáculo es portadora de emoción, y fue realizada con la finalidad de conmover, y desarrollar la comprensión de los principios de la fe. Estas imágenes debían ser generadoras de una ilusión, de un cielo y un infierno que devoraba así a los condenados. La utilización de las imágenes religiosas y su atribución sobre la voluntad del fiel se generó antes del Concilio Tridentino (1545-1563), esto lo podemos ver a en las reflexiones de San Ignacio de Loyola, a través de sus Ejercicios Espirituales. Los Ejercicios ignacianos fueron de importancia fundamental en el uso de las imágenes sagradas, por su valor e importancia en la contemplación, propiciando un deseado impacto emotivo en el fiel espectador. La sociedad medieval se encontró dominada por una relación muy fuerte entre Dios y el hombre, el espacio sagrado, (el interior de los templos, era estar cerca de Dios, o intentar llegar a Dios) y el espacio profano, (el exterior de los templos donde habitan los demonios, y las tentaciones terrenales). La Iglesia quiso extirpar todo tipo de supersticiones arraigadas en la mentalidad pagana muchas veces empleando la fuerza, a través de la Santa Inquisición u otras veces a través de la evangelización, esto provocó en general cambios en el seno de la misma Iglesia. Todo este tipo de manifestaciones se concentraron en un rico universo de imaginería religiosa. Es así que la Iglesia, durante el período colonial en América, se convertirá en un mecanismo de referencia visual de las nuevas poblaciones. Los hombres que provenían de Europa traían consigo los cambios culturales de una sociedad medieval en transformación, hacia una sociedad renacentista.
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