El arte se desarrolló con fines didascálicos, porque se trataba de una visión simbólica y alegórica de este universo. La imagen permitió desde el cristianismo primitivo educar a partir de la elaboración de una doctrina. Ésta tendrá como función acercar al pueblo analfabeto al dogma, y a sus rituales, alejándolo del paganismo, y en América, de la idolatría. La mentalidad simbólica, este sistema de símbolos con los que se representan creencias, conceptos o sucesos, formarán un nuevo modo de pensar.
La imagen didáctica y el uso religioso
La utilización de las imágenes religiosas y su atribución sobre la voluntad del fiel se generó antes del Concilio Tridentino (1545-1563), esto lo podemos ver a en las reflexiones de San Ignacio de Loyola, a través de sus Ejercicios Espirituales. Los Ejercicios ignacianos fueron de importancia fundamental en el uso de las imágenes sagradas, y su valor e importancia en la contemplación, para luego ser trascendida, según las meditaciones que propone; en este sentido, el realismo que resulta es un estímulo importante en un primer momento de contemplación de la imagen, propiciando un deseado impacto emotivo en el fiel espectador.