Ceider

 

El Colegio en manos de los Franciscanos

 

 

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Desde el primer momento, los franciscanos atesoraron la idea de hacerse cargo de la obra de los jesuitas, sin embargo no lo consiguieron inmediatamente teniendo en cuenta el escaso número de seráficos que había en la provincia. A partir del terremoto de 1782, el cual destruyó las instalaciones franciscanas, las aspiraciones se agudizaron. Hacia 1797 sus gestiones prosperaron. Pedían la permuta de su malogrado edificio por la iglesia y convento de los jesuitas, con la obligación de restaurar la iglesia y mantener perpetuamente las cátedras de primeras letras y de latinidad. El 1 de marzo de 1798 se firmó el decreto que aceptaba la permuta, a pesar de la posición del Cabildo. Incluso se consultó a la población sobre esta decisión.

 

Se restituyeron los estudios menores y mayores pero nunca alcanzaron el nivel de la época de los Jesuitas.

 

 La disolución de la Junta Municipal de Temporalidades

Una Real Orden dada por Carlos IV el 19 de septiembre de 1798 establecía que las rentas de temporalidades de los jesuitas se agregarían e incorporarían a la Real Hacienda con destino a la amortización de vales reales y disponía la rápida venta de los bienes que quedaban. Cesaban además las Juntas superiores y subalternas, las provinciales y las municipales. Además se manda suspender el sueldo a los preceptores.

 

El Cabildo reclamaba: “Aunque este Cabildo tiene representado anteriormente a la superioridad de V.E. implorando la continuación de los estudios de primeras letras y de latinidad que tenía dotados S.M. en esta ciudad del ramo de Temporalidades y cuya erogación se ha mandado suspender, pero a la vista del abandono que ya tiene hecho la enseñanza el maestro de primeras letras y que aunque continúa interinamente el de latinidad por su genio piadoso, haciendo graciosamente este servicio a la Patria, no podrán sus facultades sufrir por mucho tiempo esta pensión. En esta virtud el Cabildo se ve en la precisión de repetir sus clamores con el mayor respeto ante la gran piedad de V.E. a fin de que se digne atender compasivamente a esta miserable juventud, antes que por su total abandono, se vea entregada al ocio y demás desórdenes consiguientes a su falta de educación” (Fontana: 304)

 

El Cabildo no recibió respuesta y las clases comenzaron a suspenderse una a una.

 

Recién en 1807 se nombró a Juan Agustín Chirinos, fraile del convento de Santiago de Chile como maestro de Gramática y de primeras letras, pero la distancia y el aislamiento provocado por las nevadas impidieron su traslado a Mendoza. Fue reemplazado por el fraile Diego Olivares para las letras y Mariano Sayós para la Cátedra de Filosofía, ambos residentes en Mendoza.