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La Junta de Temporalidades

 

 

La Junta de Temporalidades

 

Para la administración de los bienes jesuitas se formaron organismos administrativos que recibieron el nombre de “Junta de Temporalidades”. Cada Ciudad tenía la suya y formaban parte de ella las autoridades de la misma.

 

Con esta finalidad y para su posterior administración se decidió por Reales Órdenes del 27 de marzo y del 9 de julio, la formación de una Junta Municipal en cada Ciudad en donde hubieran existido establecimientos jesuitas. La de Mendoza, presidida por el entonces Corregidor de Mendoza Juan Manuel Ruiz, dependía de la Junta Provincial de Buenos Aires y esta a su vez estaba subordinada a la Comisión de Temporalidades de Madrid. Esta situación marcó un cambio de dependencia de jurisdicción en materia educacional, ya que Mendoza dejó de reportarse por asuntos educacionales a Chile y seguirá las directivas de Buenos Aires, antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata. La primera Junta de Temporalidades, aparte de su presidente, estaba integrada además por un Vocal Eclesiástico, Francisco Correa Saa, Vicario Foráneo de Mendoza y un Vocal delegado por la Ciudad, Pedro Ortiz, quien era Regidor, Decano y Fiel Ejecutor. El Procurador de la Ciudad tenía voz pero no tenía voto. La Junta asume las responsabilidades educativas que antes eran del Cabildo.

 

 

 

La labor educativa de la Junta de Temporalidades

 

Los difíciles primeros años

 

El vacío educacional provocado por la expulsión de los jesuitas trató de subsanarse con una Real Cédula emitida por Carlos III el 14 de agosto de 1768. En ella se establecía que en aquellas localidades donde habían existido colegios jesuitas, debían organizarse otros similares, a cargo de maestros seculares o de otras órdenes. Su manutención provendría de los fondos obtenidos por la venta de las propiedades jesuíticas. La concreción de los nuevos establecimientos no fue inmediata.

 

Hacia 1773 se empezaron a vender los bienes de los expulsos. Los problemas financieros acuciaban y se evidenciaban en el atraso al pago de los educadores, lo que motivó que en sucesivas ocasiones las cátedras dejaran de dictarse.

Esta situación de vaciamiento educativo fue una constante preocupación del Cabildo por lo cual siempre procuró el reestablecimiento de la enseñanza de primeras letras y las Cátedras de Gramática y Filosofía.

 

En los primeros meses de 1769, el presbítero Andrés Tadeo Lemos, abrió una escuela de primeras letras en el ex colegio jesuita. Su intención era también continuar con las cátedras de Gramática y de Filosofía, pero para eso era necesario empezar a enseñar a leer y a escribir. A su muerte fue reemplazado por el padre Francisco Javier Gamboa.

 

La cátedra de Filosofía fue reestablecida por el Cabildo en 1770, aunque temporariamente. Quedó a cargo del presbítero Juan Andrés Chacón y la de Gramática a cargo del presbítero Ignacio Godoy. Recién se sustituyó en 1776 cuando se hizo cargo el clérigo Bernardo Ortiz, luego de obtenerla por concurso.

 

Dice Esteban Fontana:  que no obstante el empeño que se describe en todas las medidas gubernamentales, los maestros, la organización, los métodos, la continuidad, el orden y la disciplina posteriores a la expulsión de los jesuitas fueron eminentemente mediocres comparados con la época jesuita.

 

Es así como la acción educativa se vio severamente resentida luego de la expulsión de los jesuitas. Los problemas financieros impidieron el normal desarrollo de las cátedras. Una de las principales consecuencias fue la suspensión de la Cátedra de Filosofía. Por otra parte las instalaciones del colegio fueron utilizadas constantemente como residencia personal del presidente de la Junta, perturbando el normal desarrollo de las clases.

 

Tal es el caso del presidente de la Junta de Temporalidades Jacobo Badarán, cuyo primer acto al tomar posesión del cargo fue trasladarse a vivir con toda su familia, al colegio, mandando a reducir la cátedra de Gramática y el aula para primeras letras. Cuando Bernardo Ortiz obtiene por concurso la cátedra de Filosofía y se propuso instalar su clase, Badarán se opuso y se negó a entregar las habitaciones que ocupaba alegando que no había suficientes alumnos interesados en esta cátedra. El maestro se trasladó a su propia casa. Ante esto Badarán obligó a Pedro Ortiz, padre del maestro y regidor del Cabildo, a que no permitiera la enseñanza en su casa y pidió a los padres de los alumnos que retiraran a sus hijos ya que Su Majestad prohibía la enseñanza privada.

 

Luego de una serie de pedidos del Cabildo, la Junta decidió el restablecimiento de la Cátedra de Filosofía. Se decidió también que el Corregidor abandonara las instalaciones del Colegio y se contratara un pasante para que acompañara a los estudiantes. A pesar de las continuas dificultades que creaba Jacobo Badarán, que no quería abandonar la residencia, la misma quedó bajo la responsabilidad de un maestro “bien instruido en latinidad”.

 

La escuela de primeras letras también tuvo un destino azaroso. A pesar de lo magro de su sueldo y de la irregularidad con que se pagaba, los cargos de maestros siempre fueron celosamente ambicionados, provocando los nombramientos conflictos de poder entre los vecinos.

 

El período de esplendor de la educación en manos de la Junta de Temporalidades.

 

De acuerdo a la opinión del profesor Esteban Fontana, comenzó aquí el periodo ascendente que se extendería hasta 1784, para pasar luego a los “años de plenitud”, hasta 1788. En esta época funcionaban tres escuelas dirigidas por maestros laicos, nombrados por oposición y juramento “protector” acerca de las doctrinas de tiranicidio y regicidio y otras que se opusieran a las buenas costumbres. El juramento también incluía aspectos contra toda la obra intelectual de los jesuitas.

 

Según Esteban Fontana, este periodo de plenitud se debió a que en esta época la Junta Municipal comprendió su papel tutelar con la educación mendocina y la defiende y apoya con todos los recursos que dispone. Así lo demuestra un informe que elevó la Junta Municipal a la de Buenos Aires. Establece el mismo que el número de discípulos es de 81. A la escuela de primeras letras concurrían 56, 19 a la cátedra de Gramática y 6 a la de Filosofía. Don Juan José Obredor era el maestro de primeras letras, Norberto Ortiz el de Gramática y Domingo García el de Filosofía, los tres sacerdotes seculares.

 

Rosalba Aliaga Sarmiento amplía el informe sobre el estado de los estudios y los métodos que se seguían en las escuelas de primeras letras y se le presentó el siguiente informe:

Horario:

  1. En invierno de 7 a 10:30hs. y de 14 a 17 hs.
  2. En verano de 6 a 10 hs y de 14:30 a 18 hs.

 

Programa Escolar:

  • Desde las 7 de la mañana hasta la media, se cortan plumas, se echan cuentas y se da lección.
  • A las 8 se va a oír misa
  • A las tres cuartos para las 10 se corrigen las planas y hasta las 10 y media se toma la lección y las cuentas. Se lee por la mañana en libros y a la tarde en cartas; además de esto traen los lectores las oraciones de memoria y la doctrina; y los escribientes de grueso, traen en memoria el ayudar a misa y los que escriben de una regla traen la tabla de memoria.
  • A las dos de la tarde hasta las 2 y media se cortan plumas, se da lección y se echan cuentas
  • A las tres cuartos para las 5 se corrigen planas, se toman cuentas y lección
  • A las 5 y media se el Rosario y las Letanías
  • Todos los sábados por la mañana, después de leer y escribir se tienen dos horas de remate de Bandas y por la tarde se rezan todas las oraciones por espacio de hora y media y después se explica un punto de doctrina y antes de salir se reza el Rosario, las Letanías y se canta el Salve.
  • Dos veces al mes se examinan niños de los que están deletreando, no pasando a “decorar”, sin saber bien deletrear, lo mismo los que están en libros o cartas y por último se observa el que se confiesen cuatro veces al año.

 

El contenido de la enseñanza era similar al de los colegios peninsulares, ya que en ellos se enseñaba la doctrina cristiana, lectura, escritura, aritmética, gramática y ortografía castellana.

 

Con respecto al desarrollo de la Cátedra de Gramática, se favorecía la observación y el uso de la razón a través de la composición de oraciones y de las improvisaciones en idioma latino. Se estudiaba a Horacio, a Cicerón, Virgilio, Ovidio, entre otros.

 

Con respecto a la de Filosofía se desarrollaba el racionalismo cartesiano y el empirismo inglés, que eran los sistemas filosóficos oficiales, amparados por los Borbones.

 

En 1788 se produjo la visita del Gobernador Intendente, el Marqués de Sobremonte y la Junta aprovecha la ocasión para proponerle la conversión del Colegio en un Colegio Real Convictorio o casa de pupilaje. Proponen la erección de seminarios, tanto conciliares como otros diversos o casas de pensión o pupilaje para la educación de la juventud de ambos sexos y la formación en estudios útiles para la Iglesia y el Estado. La Junta provincial consideró inviable esta proposición debido a la escasez de los recursos económicos.

 

La decadencia

Entre 1789 y 1797 el colegio entró en un periodo de decadencia. Se suprimió la cátedra de Filosofía, por falta de alumnos quedando solo las dos aulas de primeras letras y de latinidad. La de primeras letras era la que tenía más alumnos y estaba desde 1788 a cargo de Narciso Segura. En 1790 tenía alrededor de 90 alumnos. A pesar de este crecimiento las autoridades virreinales nunca apoyaron la labor del maestro.

 

Se acrecientan  las dificultades y se produjo un marcado retroceso por la inestabilidad de los servicios educativos, hasta que en 1798 se decidió entregar el Colegio a los franciscanos.